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Desminadores ucranianos neutralizan amenaza letal a civiles

Miembros del equipo de desactivación de bombas de las fuerzas ucranianas pasan junto al cadáver de un residente muerto por la explosión de una mina rusa cerca de la localidad de Hrakove, en Ucrania, el 13 de octubre de 2022. (AP Foto/Francisco Seco)


HRAKOVE, Ucrania (AP) — Junto a un campamento militar ruso abandonado en el este de Ucrania, el cadáver de un hombre yacía descomponiéndose sobre la hierba. Era un civil que murió a causa de una mina antipersona con un cable trampa colocada por las fuerzas de Moscú en retirada.

Cerca, un grupo de desactivadores de minas de las fuerzas de defensa territorial ucranianas trabajaban para limpiar la zona de docenas de minas letales y de otros artefactos sin explotar, en un intento por devolver cierta apariencia de seguridad a las ciudades, pueblos y campos de una región que pasó meses bajo la ocupación rusa.

Los desminadores, que forman parte de la 113ra Brigada de Defensa de Járkiv, se adentraron el jueves en las tierras en barbecho siguiendo un camino lleno de lodo entre campos de girasoles muertos cubiertos de maleza alta.

Dos soldados, cada uno con un detector de metales en la mano, avanzaron lentamente por el sendero, escaneando el suelo y esperando a que los dispositivos les devolviesen una señal. Cuando uno de los detectores emitía un pitido, un soldado se arrodillaba para inspeccionar el lodo y la hierba, sondeando la zona con una varilla metálica para ver qué podría haber enterrado justo debajo de la superficie.

El detector podría haber encontrado un casquillo de bala usado, un trozo de metal oxidado o una lata de aluminio tirada. O una mina antipersona activa.

Oleksii Dokuchaev, el comandante de la brigada de desminado con base en la región oriental de Járkiv, afirmó que en las inmediaciones de la localidad de Hrakove donde estaban trabajando se habían neutralizado ya cientos de minas, aunque el peligro que suponen estos explosivos en todo el país persistirá durante años.

“Un año de guerra equivale a 10 años de desminado”, dijo Dokuchaev. “Incluso ahora seguimos encontrando munición de la Segunda Guerra Mundial, y en esta han sido plantado a diestro y siniestro”.

Las fuerzas rusas huyeron de forma precipitada de la región a principios de septiembre luego de que una rápida contraofensiva del ejército ucraniano recuperó cientos de kilómetros (millas) cuadrados de territorio tras meses de ocupación rusa.

Aunque muchos asentamientos en la región tienen por fin cierta sensación de seguridad luego de las intensas batallas que redujeron muchos de ellos a escombros, las minas antipersona rusas siguen siendo una amenaza omnipresente tanto en entornos urbanos como rurales.

Pequeñas señales rojas con calaveras y huesos cruzados en blanco se alzan al borde de las carreteras de Járkiv, alertando del peligro que suponen las minas más allá del pavimento. Pero a veces, la desesperación lleva a los residentes a adentrarse en los campos minados.

El hombre cuyo cuerpo yacía cerca del campamento ruso probablemente estuviese buscando la comida que habrían podido dejar atrás los soldados de Moscú, dijo Dokuchaev, un peligro adicional derivado del hambre que se sufren muchos en las devastadas regiones ucranianas.

El uso de este tipo de minas terrestres con cable trampa como la que mató al residente está prohibido por el Tratado de Ottawa de 1997, del que Rusia no es firmante, que regula el uso de estos artefactos, apuntó.

“Hay reglas para la guerra. La Convención de Ottawa dice que está prohibido colocar minas o cualquier otro tipo de munición con cables trampa. Pero los rusos la ignoran”, afirmó.

Los desminadores habían limpiado la carretera de dispositivos antipersona en la víspera, lo que les permitió buscar posibles minas antitanque escondidas en el suelo y que podrían destruir cualquier vehículo que pase sobre ellas.

Esperaban poder avanzar lo suficiente con sus vehículos para recuperar un auto blindado ruso para el transporte de tropas, del que pensaban salvar el motor. También necesitarían que la policía local pudiese llegar allí en un vehículo para recuperar el cadáver.

Los desminadores llegaron hasta el campamento abandonado, instalado en una arboleda y sembrado de restos de los meses que los soldados rusos pasaron allí: raciones de comida podridas en cajas de munición de madera, ristras de balas de gran calibre, una pila de diarios rusos amarillentos y trincheras llenas de basura.

Tras una minuciosa revisión de la zona, recuperaron dos minas antitanque TM-62 de fabricación soviética y seis espoletas neumáticas que colocaron en una hondonada en un extremo del campamento, envueltas en un fardo junto a 400 gramos de TNT.

Dokuchaev instaló un detonador eléctrico en la carga explosiva y lo conectó a un cable largo antes de ponerse a cubierto con sus hombres a más de 100 metros (yardas) de distancia.

Cuando se detonó la carga,algo a lo que los soldados se refirieron entre risas como “bada-boom”, la enorme explosión rasgó el aire haciendo que una cascada de hojas otoñales cayese desde los árboles cercanos y provocando una alta columna de humo gris.

Tras la destrucción de las minas, Dokuchaev — un exfotógrafo que se alistó en las fuerzas de defensa territoriales después de estallar la guerra— apuntó que el trabajo de su brigada es esencial para mantener a los civiles a salvo mientras recomponen las piezas de sus vidas quebradas.

A pesar de los peligros, dijo, disfruta de su labor.

“No sé lo que haré después de nuestra victoria”, reconoció Dokuchaev. “La vida es aburrida sin explosiones”.

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