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Los nuevos anuncios progresistas del papa Francisco que escandalizan a Benedicto XVI

 


Al nombrar a una mujer en una importante asamblea de la Iglesia, el papa continúa lentamente la reforma del catolicismo, en medio de la oposición del ala conservadora y la presión de los progresistas.



Como presbítera, Christina Moreira profesa ilegalmente la palabra de Dios, al menos según los estatutos de la Iglesia católica. En 2015, esta española de 56 años fue ordenada por una obispa en Estados Unidos, y, desde entonces, ha ejercido el ministerio en Bogotá y en Galicia, donde reside. “La mitad de los hijos de Dios son hijas. Yo escuché su llamado y decidí atenderlo, incluso contra el canon”, dice con vehemencia, pues sabe que la institución que tanto ama le prohíbe oficialmente dedicarse a su vocación sacerdotal.

Por ello, no es extraño que las palabras ‘presbítera’ y ‘obispa’ no existan. Desde hace siglos, solo ha sido concebida la versión masculina de esos títulos. Con la reciente nominación de la francesa Nathalie Becquart como subsecretaria del Sínodo de los Obispos por el papa Francisco, renació, para los más optimistas, la esperanza de una participación femenina más importante en los órganos de la Iglesia católica. Es la primera vez que una mujer ocupa una función tan alta en la asamblea que aconseja al sumo pontífice.


El nombramiento puede parecer revolucionario en las instituciones de la Iglesia católica, cuyos puestos de poder son ocupados casi exclusivamente por hombres. Según los creyentes defensores del statu quo, Cristo eligió 12 hombres como apóstoles, lo que explica que el sacerdocio no puede ser ejercido por mujeres, y, por ende, los cargos más influyentes y visibles les son negados. Con esa lógica, el papa Juan Pablo II declaró en una carta apostólica de 1994 que “la Iglesia no tiene de ninguna manera la facultad de conferir a las mujeres la ordenación sacerdotal”. Para los defensores de un rol activo y visible de las mujeres en la vida de la institución religiosa, la dominación masculina provoca una discriminación insoportable. “Las mujeres son bautizadas, lo que debería permitirles actuar, gobernar y acceder a ministerios ordenados, celebrar sacramentos y vivir plenamente su vida espiritual”, dijo a SEMANA Claire Conan-Vrinat, francesa que se postuló al puesto de diácono en 2020 junto con otros miembros del colectivo Todas Apóstoles, que promueve la participación femenina en la gobernanza de la Iglesia.


Francisco, aunque ha nombrado más mujeres en cargos relevantes y ensalza su importancia para el cristianismo, también se opone a su ordenación. Por ello, para Christina Moreira son necesarias reformas de fondo: “La nominación de Nathalie Becquart es algo mínimo comparado a 21 siglos de exclusión. Si ese hecho nos parece un progreso, es porque estamos muy mal”, dijo a esta revista. Ally Kateusz, investigadora que ha mostrado la importancia de las mujeres en la cristiandad en su libro María y las mujeres del cristianismo primitivo, piensa que la decisión del sumo pontífice es positiva, pero aún falta la ordenación: “Si el papa quiere ser fiel a los orígenes históricos de su Iglesia, debería convertir a Becquart en obispa”.

Francisco, sin duda, enfrentaría una oposición feroz en el seno de la Iglesia si quisiera llevar a cabo reformas más fuertes. Su apertura sobre el divorcio, los mensajes de empatía hacia la comunidad homosexual o los migrantes, y sus críticas contra el neoliberalismo han provocado durante su pontificado una discordia importante con el ala conservadora del catolicismo.


Esa situación de tensión es facilitada por la coexistencia extraordinaria de un papa activo y un papa emérito, Benedicto XVI, cuyo séquito no ha dudado en opinar sobre los asuntos de la institución y en criticar las posiciones progresistas de Francisco. Un libro publicado en 2020 por el cardenal conservador Robert Sarah presenta un texto de Benedicto XVI en el que defiende el celibato de los curas, un tema sobre el cual el actual sumo pontífice se ha mostrado más abierto. En ese contexto, es más difícil, para Francisco, llevar a cabo reformas sobre temas como la igualdad de género en la Iglesia.

¿Lucha eterna entre el bien y el mal? En todo caso, cada bando tiene sus seguidores dispuestos a esgrimir lanza y adarga, como Christina: “Continuaremos ordenando mujeres hasta que no puedan dejar de vernos. Nuestra voluntad es imparable, diga lo que diga el papa”.

Fuente: semana.com

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