(EFE).- Un centenar de trabajadores y dueños de restaurantes de Nueva York se concentraron este martes en la emblemática plaza de Times Square al grito de «¡Qué los abran!», para protestar contra el cierre de los comedores interiores, una medida impuesta por las autoridades locales el lunes para intentar frenar la ola de contagios de covid-19.
«Solo le pedimos al gobernador que nos deje seguir trabajando a un 25 % de capacidad, como estábamos antes, para seguir el protocoló que nos pidieron», asegura a Efe Pedro Goico, representante de la Asociación de Latinos de Restaurantes y uno de los propietarios del grupo Mama Juana.
El gobernador del estado, Andrew Cuomo, justificó las semana pasada esta decisión asegurando que «el consumo en los interiores supone un riesgo muy elevado» en un momento en el que las hospitalizaciones siguen subiendo y el índice de infección continúa aumentando en una ciudad caracterizada por su gran densidad de población.
Según unos datos que presentó el pasado 11 de diciembre, el principal foco de contagio de la covid-19 en el estado son las reuniones sociales y los hogares, donde se producen el 73,84 % de los casos. De acuerdo a estas estadísticas, los restaurantes suponen la quinta fuente de contagio con el 1,4 % de los casos constatados.
Para Goico, el cierre de los comedores va a actuar como detonante «para que toda la gente vaya a su casa y se sigan juntando en la casa y eso va a ser un problema».
A pesar del cierre de los interiores, los bares y restaurantes podrán mantener servicios de entrega a domicilio y continuar operando sus terrazas, algo que para Goico no «tiene sentido» en un momento en que las temperaturas rondan los cero grados centígrados.
«Es imposible salir fuera, mire el frío, mire cómo estamos. Nadie va a comer a fuera», subraya Goico, ataviado con un gorro de lana que le tapa la cabeza.
Con carteles en los que se podía leer «salven y abran los restaurantes» y camisetas que insistían en que estos negocios son responsables del 1,4 % de los contagios de la ciudad, los manifestantes se concentraron a pesar del frío y de las recomendaciones para mantener la distancia social.
El cierre de los interiores de los locales ha dejado a miles de camareros en la calle, muchos de ellos latinos, como Héctor, de origen mexicano y que ya sufrió la clausura decretada la pasada primavera cuando la avalancha de enfermos estuvo a punto de colapsar el sistema sanitario de la ciudad.
«No recibo ningún tipo de ayuda, ni el restaurante, ni los empleados. Por eso estamos acá», cuenta a Efe Héctor, que asegura que se siente afortunado porque tiene algo de dinero ahorrado.
Para ahorrar, cuenta, vive en casa con sus padres y sus dos hermanos, pero aún así se pregunta: «¿Cuánto tiempo vamos a poder durar con este dinero? Los ‘biles’ (facturas) no van a parar y los ingresos sí».
Entre los enormes carteles luminosos de la plaza semi vacía, a apenas unos metros de donde se encuentran, se levanta una urna donde los paseantes pueden escribir sus deseos para el año que viene en pequeños cuadrados de papeles de colores, que se convertirán en el confeti que será lanzado en la plaza para celebrar la esperada llegada del nuevo año.
Dueños de restaurantes y camareros tienen claro sus anhelos: que les permitan abrir los interiores para poder recuperar sus trabajos y que los negocios puedan ser viables.